miércoles, 9 de marzo de 2011

Una historia de amor


Salieron muy temprano de casa; él con los ojos acuosos, y algo nervioso; ella mucho más serena,  aunque en su semblante se adivinada que habían estado discutiendo, y por la forma tan segura y resuelta de caminar, también se adivinaba que ella había ganado. Él la seguía con paso lento, repasando cabizbajo todo lo que habían hablado; él cedió; sabía que ella tenía razón, porque lo quería tanto cómo él a ella; no, él la quería muchísimo más, y si lo quería tanto, no iba a desear nada malo para él. Todo lo que hablaron esa mañana, llevaban días discutiéndolo, razonándolo; ella tratando de convencerlo de que era lo mejor que le podía  pasar, que era importantísimo para su futuro, y que el tiempo que estuvieran separados, ella se dedicaría a hacer cosas que no había tenido ocasión ni tiempo de hacer. Por su parte, él decía que no era necesaria la separación, que no podría vivir sin ella, que la echaría muchísimo de menos, y que la sola idea de no tenerla cerca le había quitado el apetito, y se le ponía un nudo en la garganta que le hacía llorar cuando ella no estaba delante.


Al final, ella lo había convencido, pero hoy, precisamente hoy, cuando todo estaba listo, él, mucho más débil que ella, se había echado atrás; por eso habían tenido una seria conversación durante el desayuno. Él, daba vueltas con la cuchara en su bol de leche con cereales, mirándolo fijamente, sin que ninguna cucharada llegara a su boca; ella dejó su taza de café y mirándolo enfadada le habló con energía, con contundencia; él protestó, y también le habló con energía, pero era tanto lo que la amaba, que la sola idea de hacerla sufrir le dolía tanto, que volvió a ceder. Se levantó de la mesa y recogiendo sus cosas se dirigió hacia la puerta de salida. Ahora caminaba con pasos lentos tras ella, pero necesitaba tocarla, notar su cuerpo, su calor, así que  aligeró un poco más el paso y llegó a su altura; no pudo resistirse a darle la mano, sabía que dentro de poco ella se la soltaría y que luego se separarían por un tiempo que él no sabía calcular.
Ella lo tranquilizaba: “tranquilo cariño, verás como el tiempo pasa enseguida y dentro de nada volveremos a estar juntos de nuevo; esto lo tenemos que hacer muchas veces, y sé que al principio es muy duro, pero enseguida nos acostumbraremos a estar separados, porque sabemos que los encuentros serán especiales, y nos abrazaremos, y me basarás, y te besaré y nos daremos todo el amor que nos tenemos” él sonreía sin ganas, le costaba mucho dejarla. 
Vivian juntos desde hacía tres años, y desde entonces no se habían separado ni un solo día. Se conocieron en el hospital; ella había ingresado la noche anterior, él ingresó por la mañana; no era nada grave pero tenían que estar un par de días allí. Una enfermera los presentó y el flechazo fue inmediato; fue tanta la atracción, que cuando les dieron el alta estaban tan enamorados, que ya no podían vivir el uno sin el otro. Lo habían hablado en la habitación, ella más que él, pero el asentía enamorado y deseoso de estar con ella, de tocarla,  de agarrarse a su mano con fuerza, de sentir su olor, su calor, su aliento…
El momento de la separación estaba llegando. Los pasos se hacían más lentos alargando el  momento de la despedida. Los demás que estaban esperando también se despedían de sus familiares, casi todos tenían lágrimas en los ojos; a ella también se le escapó una lagrimita que no pudo retener. 
-Llegó el momento, mi amor.
-Sí, dijo él
-Vas a estar bien?
-Sí, contestó.
-No vas a llorar, verdad?
-No.
-Muy bien, así me gusta.
Ella le colgó su mochilita en la espalda, le dio un beso muy fuerte y lo empujó cariñosamente, con suavidad, para que entrara por la puerta de la escuela. Él se volvió y le dijo adiós con su pequeña manita.
-Adiós, dijo.
-adiós mi amor,
Lo vio caminar a lo largo del pasillo, en fila india con sus compañeros; el nudo que se le formó en la garganta estaba a punto de deshacerse en puro llanto. No sabía que el primer día de clase de su hijo, fuera a ser tan duro para ella.

M.M.
                                                                                                Diciembre, 2010

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