martes, 16 de agosto de 2011

Diario inacabado


Día 12 de un mes. De un año.

Hoy ha sido el día. Estaba escrito ya en la lista de tu destino. Hoy no he llorado nada. Ni una sola lágrima ha asomado a mis ojos; no he sentido dolor, ni pena, ni angustia. Estaba en una nube, flotando. Arropada, abrazada, consolada; gente, mucha gente. Yo veía, pero no veía. Oía, pero no oía. Estaba pero no estaba.
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Ahora escribo esto con manos temblorosas. Ahora estoy empezando a darme cuenta de lo que ha pasado. Ahora me empieza la angustia, la pena, el dolor que me corroe las entrañas. Las lágrimas me borran la visión; la ausencia ocupa un espacio grande, tan grande… que caben tus abrazos, tus palabras, tu perfume. No puedo creer que ya no estés aquí, que no me hables. Estoy viendo tus cosas en tu mesita; tus gafas cerradas encima del libro que estabas leyendo, ¿te acuerdas? Te lo recomendé yo. Insistí mucho para que lo leyeras. Tú no querías; a ti te guastaba más la mitología, los libros de viajes…pero al final te convencí. Empezaste a leer “Los pilares de la tierra” y te entusiasmaste. Ahora lo veo ahí, donde lo dejaste hace sólo una noche, con el bonito marcapáginas que te presté de mi colección, señalando la página que retornarías a leer al día siguiente. Pero tú no volviste a leer. Te quedaste a mitad de la historia, como también te quedaste a mitad de la tuya. Un libro inacabado. Una vida que le quedaba mucha historia.



Día 13. Mismo mes. Mismo año.

El silencio y el cansancio. La vuelta al nido vacío se hace difícil. Ahora habita en mí la tristeza. Profunda, dolorosa, inaguantable. Me duele tu recuerdo. Ha caído la noche sin darme apenas cuenta. He repasado nuestra vida, nuestros momentos, nuestras risas, nuestros problemas… sin darme cuenta del tiempo. Y quedaba aún mucha vida. Quedaban muchos momentos. Muchas cosas que decir. Cosas que por desgracia no estaban escritas en la lista de tu destino. Ni en la de mi destino. Porque eran cosas para ti. Cosas que sólo a ti te diría, cosas que se quedaron ahí; cosas inexistentes.


Día 14. Mismo mes. Mismo año.

Me pregunto cómo se puede sentir la soledad, estando rodeada de gente que te quiere. Este vacío que te anula la voluntad, las ganas de hablar, el apetito. Todo. Sólo la tristeza es tu compañía, blandiendo el puñal constantemente, pinchándote el alma.

Día 14. Otro mes. Mismo año.

Tres meses he estado fuera del mundo. Tres meses de indiferencia. Tres meses de egoísmo. Tres meses que sólo he pensado en mí, en mi dolor… ¿y los demás? Eso ha hecho que me levante, que empiece a aceptar lo inaceptable, a vivir con la pena, a comprender que los demás también están sufriendo, pero que hay que seguir. Hoy me he asomado a la ventana. Hoy he visto la luz del sol después de la oscuridad, hoy he sido yo quién ha consolado, abrazado, animado…porque la vida sigue.

Día 18. Mismo mes. Mismo año.

La vida sigue. Y el dolor, y la angustia; pero aceptada, compartida, llevada con más dignidad. “El tiempo lo cura todo” me ha dicho alguien y yo aún no me lo creo, pero acepto vivir así. Ya veré por mí misma si el tiempo cierra la herida aún viva, sangrante. Lo que sí está claro es que he empezado a curarme. Tardaré mucho, pero sobreviviré.

Día 19. Mismo mes. Mismo año.

Iba a decir algo, pero lo he pensado mejor. Dejaré por un tiempo éste diario. Así no sufro. Cuando vuelva estaré “curada”. Por lo menos el dolor habrá menguado. No lo sé. Es que los recuerdos son tantos… y es tanto el dolor al recordarlos…porque tú estás en ellos, participaste en todos; porque siempre lo compartíamos todo. Así que voy a dejar de escribir esta especie de diario que nació sin darme cuenta.

Día 5. Otro mes. Otro año. Muchos años después.

He estado viendo mis notas manuscritas. He visto poemas, cuentos, anécdotas, relatos, pensamientos, minirelatos… en fin, cosas de hace años, muchos. Otras, más recientes, pero también de hace mucho tiempo…y entre ellas he encontrado un diario. Un diario inacabado. Un diario escrito desde el dolor, desde la desesperación, desde la apatía. Un diario que no recordaba. Un diario de unos días. Pocos.

Lo he estado leyendo y me he dado cuenta que es verdad, que el tiempo cicatriza el dolor. No se olvida para nada a la persona que se ha ido, pero la recuerdas sin sufrir. Aunque a veces, y en ocasiones especiales, notes su ausencia y no puedas dejar escapar una lágrima. Pero lo voy a dejar así. Querría seguir escribiendo, pero lo voy a dejar así. Inacabado. A la espera. Algún día, si lo vuelvo a encontrar… a lo mejor…

M. Manrique. / 6/ 2011

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las lágrimas me borran la visión; la ausencia ocupa un espacio grande, tan grande… que caben tus abrazos, tus palabras, tu perfume...

No cabe duda que la tristeza es una gran inspiradora,

saludos