jueves, 31 de mayo de 2012

Adiós y hola


Él se puso el chubasquero, colgó su mochila a la espalda y salió. La fuerte lluvia no le impidió encaminarse hacia el sendero que conducía a las rejas de salida de la finca, varios cientos de metros más allá. Desde una de las ventanas, ella vio su figura borrosa por la lluvia, que escurría como cataratas por los cristales. Caminaba con las manos metidas en los bolsillos del chubasquero, cabizbajo y metiendo sus botas en los charcos y en el barro que el agua iba dejando en el  camino


 Se sirvió un café y se sentó a la mesa. Disfrutaba con el sabor y el aroma  que había quedado repartido por la cocina y esperó. Un fuerte trueno rompió el silencio que había dejado su marcha y que sólo el sonido de la lluvia la acompañaba después de la otra tormenta, la que unos minutos antes se había desatado en aquella misma cocina. Un fuerte relámpago alumbró la estancia que se estaba quedando a oscuras, y unos segundos después, otro fuerte trueno rompió el cielo, el silencio, y el corazón de ella, que, ahora sí, se estaba empezando a preocupar.



El sonido del timbre la asustó. Salió despacio, sonriendo, tardando a conciencia en abrir la puerta. En el fondo sabía qué pasaría. Volvió a sonar el timbre, esta vez de una manera insistente, nerviosa… Sonó otro impresionante trueno y entonces, el dedo que apretaba el botoncito del timbre, no se despegó. 
Ella abrió la puerta despreocupada, sin darle demasiada importancia.
-“Lo he pensado mejor mamá, creo que me iré otro día.”


El reguero de agua de lluvia le siguió hasta su habitación. La alfombra del pasillo se manchó de barro y a ella le brillaron los ojos; luego siguió tomándose el café al tiempo que colocaba las velas en la tarta de cumpleaños de su hijo. Las volvió a contar para asegurarse que estaban todas. Una, dos, tres… y diez.


María Manrique.
 

2 comentarios:

Yolanda Almansa Saura dijo...

Abrir la puerta para dejarles alzar el vuelo siempre es difícil, hacerlo cuando aún no pueden volar lo es mucho más.

Logras trazar una senda que finalmente abre el corazón del lector, desarmado por el brillo de los ojos de esa madre.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Yolanda, como siempre, tú y tus preciosas palabras.De verdad que haces que me emocione. Muchas gracias!! Un abrazo!!

María.