lunes, 19 de diciembre de 2011

El “don” de Doña Benita


La mesita de tres patas estaba adornando el mejor rincón del salón; mientras  no se utilizaba para el menester por la que se había encargado al mejor carpintero de la ciudad, la adornaba un gran ramo de flores en un precioso jarrón y, debajo de éste, un pañito de croché hecho por doña Benita sólo con la intención de que su mesita no sufriera ningún tipo de arañazo. La mesita no pesaba nada; era ligera y suave al tacto, sin adornos adicionales, de patas altas y delgadas como las piernas de una bailarina. Barnizada en caoba claro, estéticamente y a la vista de todos, era sólo una mesita normal y corriente que pasaba  desapercibida.

Doña  Benita tenía un "don"; bueno, eso era lo que ella decía. Los espíritus eran sus amigos, y los santos su devoción. El crucifijo que colgaba en lo alto del cabecero de su cama, en alguna ocasión había escuchado sus  peticiones, nunca para ella, sólo para los demás. Nunca se dedicó a sacar provecho de ese don; ella era modista de profesión, y muy buena, pero ese "don" que ella tenía lo utilizaba con la familia y con algunos amigos.  Siempre en la intimidad de su casa.


La famosa mesita de tres patas a la que ella le tenía un cariño especial, era la intermediaria entre ella y sus adorados espíritus. En más de una ocasión vi una de aquellas sesiones de espiritismo y de verdad que, el vello y la piel se erizaban hasta sentir un frío fuera de lo normal en pleno verano. Jamás en ningunas de esas ocasiones vi truco alguno. Yo miraba y remiraba los bajos de la mesita, y solo veía sus tres largas patas  en el aire, y luego caía, daba contra el suelo y volvía a subir con violentos movimientos. Nadie la tocaba, sólo ella posaba sus manos suavemente encima, llamaba al espíritu con el que quería contactar y preguntaba. El espíritu contestaba con movimientos que ella antes "pactaba".
- Si es sí, -decía Benita- das un golpe. Si es no, dos golpes.
- Si no sabes, das varios golpes.
La mesita cumplía a rajatabla su cometido. No era como en la películas; con oscuridad, con trance de la espiritista, ni nada perecido. Era todo muy natural y a plena luz, pero se notaba tensión y frío

jueves, 1 de diciembre de 2011

El regreso


Caminaba con los pies descalzos sintiendo la hierba acariciar su piel. Hoy era el día. Estaba esperando este momento desde hacía mucho tiempo, tanto, que ya ni se acordaba cuánto. Quería sentir la humedad de la tierra; caminar, correr, revolcarse y dar vueltas sobre sí misma por la pendiente que tantas veces de niña recorrió así, como hacía ahora, para luego llegar justo a la misma orilla del río
Lo quería hacer todo de golpe, como si temiera que el tiempo se le acabara. Como si fuera un juego en el que sólo tenía unos minutos para recuperar el tiempo perdido ¡Menuda controversia!