El pedregoso camino se le hacía cada vez más pesado. Cada paso que daba era un sufrimiento para sus cansados y heridos pies. Varios dedos se escapaban de sus sucias y raídas alpargatas, y el dolor se le hacía insoportable
Un hatillo con una muda, una hogaza de pan, un trozo de queso, y una navaja, era todo su equipaje. Aún las estrellas no le habían dado la bienvenida al sol cuando cerró la puerta verde de su casa dejando atrás todo lo que tenía, lo que más quería; su madre lo abrazó hasta que casi escuchó crujir sus costillas. Se llevó la mano al bolsillo de la camisa recordando que le había metido algo en él. Besó la foto de su hermana y de su madre y se le escapó un suspiro hondo, un suspiro que encerraba impotencia, dolor, desesperanza e incertidumbre.