jueves, 22 de septiembre de 2011

Carta a alguien muy especial.



    Sé que esto no lo vas a poder leer.  Lo sé. Ni siquiera sé si sigues ahí, pero necesito hablarte.
No voy a preguntar cómo estás. Quiero creer que después de todo lo vivido, tu alma está ahora serena. Hace tiempo de aquello que te cambió la vida; que te partió en dos el corazón, que te rompió por dentro y que quisiste morir. Hace años que tu vida no fue vida, que eras como una sombra entre  la neblina, perdido, sin ánimo, caminando sin rumbo fijo. Te daba igual dónde fueras, o dónde te llevaran; sabías que nunca ibas a encontrar lo que querías por mucho que imploraras, que suplicaras, o que buscaras.
 Hace muchos años que no nos vemos. Estuve contigo cuando ocurrió todo, te cuidé, te consolé, aunque sabía que para ti no había consuelo.  Pero llegó el momento en que me tuve que marchar, seguir con mi vida.  Quedabas en buenas manos.





Estoy escribiendo estas  pocas letras después de haber visto algo que hizo que saltara la chispita en mi memoria y que se apelotonaran los recuerdos luchando entre ellos por salir. Sin proponérmelo. Si he de ser sincera te diré, que no me acordaba ya de ti, pero lo que he visto hoy me lleva a muchos años atrás, cuando  tú eras un jovencito que sólo pensabas en jugar, en ir siempre saltando de un lado a otro, siempre detrás de ella. Eras feliz.  Eras la envidia de  los otros que, como tú, os reuníais en el parque; sin preocupaciones, con la vida resuelta para siempre. Hasta que te fueras de ella definitivamente. Yo, al ser la mayor, os acompañaba. A ti, y a ella; hasta que ocurrió.